Polinización Morada

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La experiencia Morada: una casa abierta para adolescentes

Este documento señala los aprendizajes de la experiencia de la Casa Morada desde el 2012 en la Comuna 13 de Medellín como un centro cultural que permitió encuentros de ciudad, fue incubadora de procesos ciudadanos y culturales, y apoyó la exploración, creación y expresión de adolescentes en 20 de los 21 territorios de Medellín en estos 6 años.

Objetivo

Fortalecer la idea y multiplicación de casas culturales abiertas para adolescentes.

Morada

Ha sido un gran aprendizaje desde el 2012 con una inauguración, la constante reinvención y la persistencia.

  • Abrimos de lunes a viernes de 8am a 10pm y los sábados de 8am a 4pm con 8 días cerrados por vacaciones.
  • 194 adolescentes vinculados a la casa al mes.
  • 72 horas a la semana  de grupos exploración, creación y expresión colectiva.

Fórmula

Hay una fórmula para hacer un centro cultural que, como Morada, sea económico, funcional y resistente:

  1. Una tesis sobre los adolescentes.
  2. Excusas para morar y para crear.
  3. Un colectivo enamorado.
  4. Una red que renueve y proteja.

Adolescentes

Morada se quiere plantear como una experiencia capaz de inspirar y de hacer transferencia metodológica porque tuvo una suerte de mezclas y accidentes que no fueron planeados, pero sí finalmente sistematizados, permitiéndonos comprender las causalidad de resultados no esperados.

Una mezcla accidental muy importante es que Morada fue abierta, co-fundada y co-creada por artistas, pero también por investigadores sociales.

El método de la investigación se aplicó al habitar y trasegar la cotidianidad con adolescentes: ¿por qué estaban llegando y cómo se tomaban la casa? ¿por qué el primer año muchos no volvían? ¿Por qué después se fueron quedando?

La casa tenía espacios sin llenar, horarios y disposiciones sin definir cuando se llenó de adolescentes y ese espacio vacío, que fue un accidente, se empezó a volver muy importante.

Muchos adolescentes no querían ser interrogados y no les gustaba un adulto preguntando mucho, otros -y bastantes- querían contar su historia, historias inventadas y hablar mucho. Las presiones que viven los adolescentes son invisibles para la mayoría de los adultos y por eso “relajarse”, dejar de lado una preocupación o aliviarse del estrés es tan importante en un centro cultural.

Finalmente, no sabemos exactamente cómo eran los adolescentes de hace 20 años, pero los de la segunda década del siglo XXI querían disfrutar ya, experimentar ya, crear ya, nada del futuro como la basurera del presente, ni de promesas futuras para aplazar hoy una curiosidad o para pasarla mal ahora.

Ese código de presente se convertía en creación, experimentación, pero -sobre todo- amistad y enamorarse desde hoy. Los adolescentes nos enseñaron sobre la fluidez de una curiosidad desde ya, una creación desde ya -sin importar los fracasos-, ser desde hoy y enamorarse desde hoy.

La forma de encontrar la constancia que dé la posibilidad de un proceso fue el reconocimiento y antes del reconocimiento una identidad, antes de esa identidad una cotidianidad que estuviera signada en gestos o pequeñas prácticas como simplemente estar, asistir, compartir un espacio.

Se quiere ser visto, aprendido, ocupar un lugar en el otro y ser útil como una forma de no diluirse, de tener un asidero para combatir el despropósito, para oponerse a lo efímero que puede ser todo y conduce a la tragedia anónima, insonora e invisible.

La apuesta que desde el principio podía acelerar el proceso y la vinculación era el afecto, el ensayo honesto del afecto al dar la bienvenida al que no se conoce: la casa de puertas abiertas para aquel que se intuye y con el que se comparte un destino, fortuna o azar.  

Las premisas son:

  1. El espacio vacío
  2. Un lugar y momento para pausar las preocupaciones.
  3. Mucho que decir y ser descubierto.
  4. Horizontalidad para vencer el adultocentrismo.
  5. Todo es presente.
  6. Afecto.
  7. Curiosidad, creación y expresión.
  8. Reconocimiento.

Pedagogía en tres tesis

1. Parcería y arte.

El oficio de vivir tiene en su centro ser buen amigo y crear por placer o hacer cosas placenteras que sque ean creativas.

Para ser buen amigo hay que generar espacios y condiciones para ejercer la amistad y desaprender la mala competencia y el individualismo insolidario.

El arte lleva a la sensibilidad, a tener una valoración estética o una persecución de la sensación de la belleza. El arte es también otra relación con el cuerpo, el otro y el entorno. Todo ciudadano, todo niño y todo adolescente debe de poder ejercer el arte -como retaguardia emocional-.

El arte en la ciudad nos pone en “modo fiesta” y hace que el aprendizaje deje de ser obligación o castigo y se pueda entender también como disfrute.

2. Rebeldía amorosa.

Necesitamos que niños, niñas y adolescentes que llegando a acuerdos y aprendiendo del cuidado no pierdan una rebeldía: la rebeldía de pensar por ellos mismos, de notar injusticias, de expresarse y de decir basta.

Nos proponemos adolescentes que no sean manipulables, que crean en ellos mismos y puedan dudar de cualquier docente, guía y hasta familiar, para que en el día de mañana puedan dudar y negar a un criminal, a un corrupto y a un maltratador.

La rebeldía amorosa nos pone en la discusión ética sobre los acuerdos, los compromisos y las convicciones, pero también exige el cuidado mayor y constante de la autoestima: es mejor no hacer nada a dañar la autoestima de un adolescente.

3. Derecho a la ciudad y en movimiento.

Tanto para el derecho a soñar, como para aumentar la protección necesitamos de movilidad física. Esta movilidad física -por nuevos vínculos, referentes y lugares para habitar- contribuye a una movilidad mental para construir nuevas prácticas y nuevas identidades -y nunca estar destinado-.

Es importante que desde una rebeldía amorosa se construya desde la adolescencia un ciudadano que está creando permanente su ciudad, esto pasa por la construcción y protección de lo público, la veeduría y la reclamación de espacios y de nuevas posibilidades.

La reflexión sobre la ciudad como experiencia tangible es la mejor pedagogía para la ciudadanía: saliendo de la paradoja de deberes y derechos para llegar a la creación de posibilidades y la corrección de injusticias.

Componentes de un centro cultural

Los primeros adolescentes que se atreven a asomar la cabeza por un nuevo centro cultural preguntan: ¿Esto aquí qué es? ¿Aquí que hacen?

Hay que dotar la respuesta de un venga yo le muestro que sea capaz de materializar, que con sólo ver uno se imagine y quede claro un compromiso, un pacto del espacio:

Una sala de ensayo, un jardín o una huerta, una emisora, un telescopio, un muro de escalar, wifi, una greca dispuesta, agüita siempre fría, una hamaca, una sombra, un escritorio, una luz para leer de noche, un piso para bailar -son algunos de los ejemplos que un centro cultural debería de proporcionar para generar cotidianidades-.

El espacio nos define y nos transforma, hay espacios que invitan a enamorarse, a cuidarse y unos espacios anticuados que indican que hay que circular rápido, que no hay donde estar, que es un espacio con una jerarquía o para ser controlado.

Luego de una cotidianidad se puede empezar a desarrollar una programación, una exposición permanente donde el centro tiene que ser el arte como principal cura a la apatía estéril y como estadio más alto de imaginación, luego envueltos en arte y trayendo los inspiradores de la ciudad y la región llegarían los eventos, los acontecimientos y las celebraciones (para celebrarnos a nosotros mismos y nuestros vínculos).

Después de casa hay que volverse puerto.

  1. Lograr que el centro cultural invite a ser habitado sin prisa.
  2. Lograr que el centro cultural hable.
  3. La primera fidelización de un centro cultural es desde la utilidad.
  4. La segunda fidelización de un centro cultural es la de habitar una ficción, un correlato que va más allá de lo evidente -como la casa en el árbol, como la esquina-.

Colectivos: creación y perseverancia

El colectivo es la palabra que encontramos para algo que tiene que permanecer más simple que una organización y que una empresa. El colectivo es donde uno cuida un ser creativo y no necesariamente productivo, un ser ciudadano y no económico o no signado por las finanzas. El colectivo es la amistad, el ocio y son las convicciones por fuera de lo familiar y lo laboral.

El colectivo es la mejor forma para hacer que un centro cultural sea resistente. Parece que es un poco mejor que las empresas y hasta ahora -en nuestro contexto- mejor que las empresas.

En todo caso, surgiendo de una empresa, de una institución o de un colectivo, el centro cultural tiene que arrancar con tres roles que polinicen desde el ejemplo a voluntarios, colectivos y organizaciones aliadas y adolescentes:

  1. El del cuento.
  2. El del orden.
  3. El de la bienvenida.

En algunos casos se logra que sea la misma persona y en otros docenas, pero siempre que son menos de tres personas hay mucha fragilidad y se puede perder alguna de las partes. El del orden es muy bueno para guardar datos o para la memoria, para cumplir con fechas y asegurar cronogramas, el de la bienvenida debe ser un anfitrión incansable y el del cuento debe tener algún tipo de elocuencia.

Más allá, aunque es muy útil ensayar una estructura muy horizontal, debe de poder haber un sintetizador que es el que tiene toda la información y se encarga de que la información fluya hacia las partes. Este es el que tiene la autoridad de los demás para tomar una decisión en una emergencia.

En definitiva en buen consejo es encontrar esas primeras tres personas -como germen de un centro cultural-.

Motivación

Los objetivos son asociados con el futuro, las motivaciones con el presente. Básicamente alguien quiere que algo ocurra, alguien quiere que algo deje de ocurrir y empieza a gestarse un colectivo.

Descubre que había algún otro haciendo, que otro piensa como él o ella y se sientan a conversar.

Conversar es importante, los acuerdos, encontrarse, pero más importante aún es hacer. La forma de generar compromisos es la palabra pero la forma de generar confianza es la acción.

Pero aún estamos hablando de motivación, una idea, ojalá con emoción. ¿Dónde nace un colectivo entonces? ¿Qué propósito vale la pena? Nuestra propuesta es que hay algo que se requiere hacer entre varios y que también hay una forma de vivir, de verse en la ciudad y en el mundo, realmente alternativa como para querer estar con los otros pero no querer diluirse.

El colectivo es una nueva piel que nos puede poner en contacto con todo pero que impide diluirnos.

Acuerdos

La palabra líder ha tornado en un concepto de culto a la personalidad y competencia. El documental Hecho en México nos explica muy bien como nuestras culturas en Latinoamérica están llenas de dispositivos para querer sobresalir, imponerse, inclusive naturalizando con interpretaciones biológicas, como es la de los espermatozoides que deben llegar primero, que haya que destacarse dejando a los otros atrás (o pasándoles por encima). Otra mirada al mismo proceso biológico muestra que espermatozoides atrás empujan a los que están adelante y la programación molecular dicta llegar para que todos lleguen.

En la experiencia del Proyecto Nasa en Toribío en el Norte del Cauca en 2003, la palabra líder se transforma por animador para separarse del común denominador para agentes del bipartidismo, finalmente desconectado de las reivindicaciones indígenas.

De tal forma el camino que queda es el de invertir en el grupo, avanzar sobre unas coincidencias que no son inmóviles y desde ahí lograr que sólo exista el liderazgo propositivo y la coordinación para generar una consistencia en lo acordado.

Los pocos acuerdos iniciales de un colectivo pueden ser una importante clave para su constancia: siempre una primera reunión tiene que abrir la posibilidad de seguir o no: “¿nos une algo?”, “¿existe ese deseo común?”.

Primero procesos y luego proyectos

Usando bien el lenguaje (“la morada del ser”) uno no crea colectivos para generar recursos, para vivir del colectivo, tenga mucha o poca importancia en la vida de uno el colectivo es fin, no medio.

El proceso tiene que ser tan fuerte que sea capaz de sobrevivir sin proyectos, sin contratos, sin premios o estímulos. Esta es la realidad de la independencia y es la única posibilidad de ser dueño de una agenda propia.

El riesgo está en no terminar haciendo las cosas porque un contrato lo diga y sólo lo que dice en ese contrato. Ningún colectivo nace de un proyecto. A un colectivo lo debe mover el placer y tener el deseo de hacer cosas siempre, nunca se mueve por el pago.

A veces la formalización o la creación de una personería jurídica complica más las cosas que lo que se puede resolver con una colectividad de amigos.

No existir también es la estrategia.

Financiación y posibilidades

Si un colectivo tiene 100 miembros que tienen una cuota de 2 mil pesos, tiene 200 mil pesos para hacer cosas al mes. Puede parecer muy poco pero también muy útil. Esto se puede elevar a 200 mil y empieza a parecer bastante, tanto así que permite comprar una casa en pocas cuotas.

Los colectivos no son ricos en finanzas, si no en miembros y ser rico en miembros es ser ricos en convicciones.

Las preguntas de un colectivo deben ser ¿cuántos miembros (o cuántos de nosotros) tienen que estar convencidos para comprar los equipos para una emisora, para comprar un carro, para comprar una cámara o un aerógrafo?

Aún en un mundo bastante confuso, las ideas siguen teniendo un gran valor. Una idea profunda, con metodología, cuestionada ampliamente desde adentro, es una poderosa arma que encontrará dónde anidar. Las ideas de calidad siempre encuentran su red donde anidar.

Quizá el desafío más grande para cualquier labor creativa es no repetirse. No repetirse desde una visión ciudad, desde una visión mundo.

Voluntariado, ocio y placer

Un voluntario es lo más costoso que hay. Eso lo hace muy valioso pero también descartable. Los voluntarios requieren mucho tiempo: primero para motivarse, segundo para encontrar el sentido y tercero para mantenerse motivados. Adicionalmente los voluntarios se asumen como voceros por sentir que son muy buenos por estar invirtiendo tiempo en un proyecto social o cultural; es justo porque su paga es el sentido de pertenencia, su imagen propia, pero es un problema porque por definición no participan de todos los acuerdos (o fueran simplemente miembros).

Lo primero, entonces, es tener un buen trabajo de comunicaciones, es haber logrado mandar el mensaje de qué es colectivo y sus propósitos y así evitar que todo el mundo tenga una versión distinta. Si no se logra eso en comunicaciones, no le conviene a un colectivo tener voluntarios.

Después de un tiempo sigue siendo cierto y no lo de tenerle actividades a todo el mundo que llega. Por un lado, encontramos que es muy importante tener claro qué se quiere, en qué se necesita ayuda, y de ahí qué tipo de persona se necesita para hacer más cosas y, del otro lado, hay que tener claro qué no se puede delegar.

En todo caso ningún voluntariado es completamente gratis, puede que el voluntario pague su transporte, tenga su computador, hasta el punto que trabajando desde su casa pague su café y su internet, pero mínimamente requerirá supervisión, requerirá comunicación.  Hay que exponer con claridad cuáles son los tiempos necesarios de la coordinación y en cuáles está dispuesto a incurrir un voluntario. Los voluntarios por regla general llegan tarde, incumplen citas, no hacen lo que uno les dijo.

Hay dos consejos muy puntuales con los voluntarios antes de llegar al central: un voluntario no se despide, simplemente se auto-margina cuando no cumple, uno no le pone una tarea hasta que no cumpla la anterior.

El segundo consejo es entender el voluntariado no como la primera capa, sino como una fase posterior en un proceso donde la persona visita, acude primero, para uno mirar si en realidad le sobra tiempo. Es necesario tener espacios de presentación de los procesos físicos (visitas guiadas, tertulias) y virtuales (textos, videos) y asegurarse de que un voluntario ya pasó por ahí, también tener unas rutinas de encuentro y así mirar que el voluntario puede ser un visitante asiduo virtual. Un voluntario que no se puede acomodar mínimamente a unos tiempos y espacios dispuestos es mejor descartarlo como voluntario (con una sonrisa).

El sistema estuviera mejor si uno nunca se atreviera a pedir que otro haga lo que uno no estaría dispuesto a hacer. El colectivo que sugerimos valora el hacer a la par de las ideas y los oficios tangibles sobre las profesiones de conceptos. Por eso en el colectivo todos hacen y todos pueden tener tiempo para las labores más sencillas.

Voz y camino

A un colectivo lo tiene que mover el placer, en su comienzo y en su constancia, el placer es jugar y de tanto jugar pueden aparecer las convicciones. Este es el antídoto para una necesidad muy fuerte de reconocimiento y una cierta “histeria” de pensar que alguien nos debe algo -un reconocimiento, una gratitud-.

La pregunta con el colectivo no es a dónde vamos a llegar si no qué sigue. Es una pregunta por el sentido, por el presente, por el siguiente minuto. El sentido que tiene todo esto está en las convicciones, en la ética, en la integridad.

Las preguntas de revisión, entonces, se vuelven las de cómo estaríamos sin el colectivo, qué alternativa le estamos planteando al mundo y qué vidas estamos haciendo posibles en la ciudad por el colectivo.

Se puede o no llegar a una naturalidad y esa naturalidad es pasar de tener algo que decir a ser necesarios y ese necesarios -para un puñado y por una temporada- es lograr una voz.

En red

El colectivo apenas es una parte y en ese ejercicio de ampliar el nosotros tiene que hacer muchas alianzas y aprovechar la porosidad que puede haber entre identidades y participaciones.

Casi todo lo que vale la pena se hace en red y el impacto social sólo se puede conseguir si se trabaja en red.

Hemos aprendido sobre coatuoría, la comprensión del otro, a disfrutar la diferencia -o lo distinto que somos- y a lograr acuerdos.

1. Filosofía

Unos pocos pero potentes acuerdos filosóficos.

2. La red como objetivo

Estar juntos como objetivo y no como un medio. Esto se logra cuando aprendimos que es importante la pervivencia y fortalecimiento del otro.

3. Lograr anonimatos

Suspender la autoría por la coautoría es importante para ser cuidadoso con el reconocimiento de otros y con la forma como se representa la red. Lograr vencer un poco la vanidad y mucho el protagonismo es un punto inicial para que unos se favorezcan más que otros.

4. Abundancia

Las redes se forman o tiene en sus nodos a personas abundantes: se animan, se mantienen y renuevan gracias a unas personas que tienen más para dar que urgencia de recibir.

Esto crea un código muy bonito de apelar a que el otro sea primero o gane más, logre más.

Las personas abundantes son capaces de imaginar el camino largo o el largo plazo.

5. Confianza

Se empieza confiando y se cultiva la confianza haciendo, caminando y en la constancia. La confianza es pensamiento de cosecha.

6. Hacer

Conversar y pensar y luego la constancia del hacer.

Las personas y los grupos se sienten convocados por la utilidad y la utilidad es lograr cambios o lograr materializar. Para eso hay que pasar de la reunión a la creación -relativamente rápido-. Luego hay que intentar que la construcción sea acumulativa: que no entre en lo cosmético, en el olvido o en la representación o comunicación sin fondo.

7. Los símbolos

Fundar, co-fundar o co-crear es un maravilloso símbolo de origen.

El terreno de lo simbólico es un terreno de reconocimiento y distinción sin mucho protagonismo. El símbolo puede coexistir con lo invisible, el secreto y la discreción.

El símbolo es un puente entre la realidad y la ficción, entre lo alcanzado, lo siguiente y lo que no sabemos si es posible. Los símbolos nos dan un lugar en el mundo y nos permiten resistir hasta llegar a la meta y darle sentido al camino.

8. Organismo

Se ha escrito desde Prahalad y Rorty lo importante de la flexibilidad de la red y la analogía con un cardumen, organismo invertebrados y organismo unicelulares. La red es resistente y crea otra economía.

El otro gran atributo de la red -y sin el cual no sería tal- es que está viva. La red es una alternativa a “aparatos sin alma” y a maquinarias, como en cualquier organismo tiene que haber permanente muerte y nacimiento, invención y renuncias, entradas y salidas -constantemente y en simultaneo-.

Un mecanismo fundamental para la red es dejar entrar y dejar salir -en todo momento y sin trauma-.

Impacto esperado

Con la experiencia de Morada desde el 2012 y aprendiendo de la Tribu Akowa, Ciudad Frecuencia y esperando hacer parte de la tradición de Nuestra Gente y Barrio Comparsa, estamos convencidos que un espacio define las relaciones y posibilita las búsquedas.

La experiencia de un centro cultural es inolvidable y es la pausa del mundo que se vuelve hostil para volverse a encontrar, para ensayar nuevos vínculos y ser de nueva manera.

Tener un centro cultural por cada 10.000 adolescentes crea protección, permite curarse, generar retaguardias siquicas inagotables -como el arte, la ciencia y el periodismo- y crear individualmente pero en conexión con lo público y en solidaridad con lo público.

Se trata de crear otra frecuencia en varios barrios, como si con unas pocas notas en un territorio se genera una nueva canción -un nuevo correlato de la vida y otra visión de ciudad-, llegando a crear ciclos de 300 adolescentes cada año, que primero atraen a nuevos adolescentes y van renovando el centro cultural al despegar desde allí y al irrigar otros espacios y procesos. Un refugio interrumpe historias, desnormaliza el dolor, le da voz y rostro a los que no tenían, crea vínculos que conforman redes protectoras y moviliza de forma física y psíquica.

Un centro cultural es definitivo en los aprendizajes que definen la trayectoria de un adolescente: el cariño propio, la imaginación y la amistad.