La llegada de personas venezolanas a Colombia ha transformado el país en múltiples dimensiones, generando retos y oportunidades económicas, sociales y culturales. Según cifras recientes, al 29 de febrero de 2024 Colombia acogía a más de 2,8 millones de venezolanos y venezolanas, quienes, en su mayoría, buscan estabilidad y nuevas oportunidades en un territorio vecino que les resulta familiar en muchos aspectos.
Entre 2015 y 2019, Colombia experimentó una afluencia inédita de personas venezolanas que sumó alrededor de 1,8 millones de habitantes a sus territorios. Esta ola masiva se produjo en medio de la crisis social y económica en Venezuela, y fue comparada en volumen con crisis migratorias globales como la de Siria. La gran mayoría de los migrantes se asentaron en ciudades grandes y medianas del país, donde sus llegadas representaron desafíos para las instituciones locales, particularmente en servicios como educación, salud y empleo.
En regiones como Urabá, la integración de la población migrante venezolana ha presentado retos adicionales debido a las vulnerabilidades preexistentes del territorio. Urabá ha sido una de las zonas con mayores índices de exclusión social en Colombia, donde los problemas de acceso a servicios básicos y oportunidades laborales han sido estructurales, afectando tanto a la población local como a las y los migrantes.
Hasta 2022, la migración en esta región se percibía como un fenómeno transitorio, principalmente por su ubicación estratégica como ruta hacia Centroamérica y Estados Unidos. Los migrantes, en su mayoría, han sido vistos como población en tránsito, lo que ha dificultado la creación o implementación de políticas de integración. Fue hasta hace muy poco que comenzó a reconocerse que muchas y muchos venezolanos no
solo atraviesan Urabá, sino que lo ven como un lugar de oportunidades, aunque estas se produzcan principalmente en el sector informal. Este cambio en la percepción ha marcado el inicio de esfuerzos más consistentes para promover la integración.
La población venezolana ha encontrado en la informalidad laboral de la región un escenario para reconstruir su vida y contribuir con servicios y actividades que, aunque precarias, fortalecen la economía local en renglones como la agricultura y el comercio.
Por otro lado, existían temores en la opinión pública de que esta nueva población podría impactar negativamente la economía local y desplazar a trabajadores locales, en especial en áreas donde el empleo informal es predominante. Sin embargo, los estudios demuestran que, si bien existieron efectos moderados en los salarios de ciertos sectores de bajos ingresos, la presencia de migrantes también ha fortalecido el tejido social y económico del país. Para 2022, el aporte de la población venezolana en el país representaba casi un 2 % del total de ingresos fiscales colombianos, resultado del crecimiento en el consumo, el trabajo independiente y el emprendimiento de los migrantes en múltiples sectores. De esta manera, las y los venezolanos no solo han ampliado la oferta de productos y servicios, sino que han contribuido a la diversificación de la economía local.
Ante las dificultades para encontrar oportunidades laborales, muchas y muchos venezolanos se han abierto paso en el mercado informal asociado a actividades como construcción, ventas ambulantes y servicios domésticos, donde poco a poco han forjado una imagen positiva de su rol como trabajadores. Además sectores gastronómicos y comerciales en Colombia han ganado nueva identidad y sabor con la introducción de recetas y productos venezolanos, fortaleciendo la diversidad cultural en los diferentes territorios nacionales.
Hoy en día, la presencia venezolana es una fuerza activa en la construcción de un tejido social más diverso. Si bien persisten retos en materia de integración laboral y social, la experiencia colombiana ha mostrado que la apertura a nuevas culturas y dinámicas puede transformar una situación crítica en una oportunidad para crear una sociedad más inclusiva y diversa. La historia migrante venezolana en Urabá no es solo una narrativa de supervivencia, sino también de resiliencia, y su contribución se ha vuelto parte integral de la economía y cultura colombianas, demostrando que la migración puede ser un motor de transformación positiva cuando se acompaña de políticas inclusivas y colaboración comunitaria.
Aquí pues, la historia de tres venezolanos que desde sus diferentes labores, saberes y artes, aportan a este tejido social y encuentran en la región de Urabá, específicamente en el municipio de Apartadó, un lugar para volver a comenzar.
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