Análisis de feminicidios en Medellín, Septiembre 2022

Oct 28, 2022 | Publicaciones




En septiembre se registraron dos feminicidios en Medellín. Uno de ellos ocurrió en Belén, San Bernardo; esta mujer venezolana, Cecilia Maria González de 34 años, fue víctima de feminicidio con la modalidad de arma de fuego. El otro caso correspondió al feminicidio de Blanca Inés Giraldo de 52 años en Buenos Aires, La Asomadera N.2; el cuerpo de Blanca fue encontrado con heridas por arma cortopunzante.

La comuna que sigue registrando más feminicidios en Medellín es La Candelaria con cuatro casos en lo corrido del año, seguida de Santa Cruz, Villa Hermosa, San Javier y Belén con dos casos cada una. Las comunas La Candelaria, Santa Cruz y Robledo, con dos feminicidios cada una,  son las comunas, por residencia, con los números más altos de violencia feminicida. Y en barrios, es Estación Villa el que tiene el nivel más alto de feminicidios, por hecho, con dos casos en lo que va del 2022. 

La modalidad de arma de fuego también continúa siendo la más predominante, 4 mujeres fueron víctimas de feminicidio con esta modalidad en febrero, 2 en agosto, y en marzo, abril, julio, y septiembre hubo un caso en cada uno, es decir, 10 mujeres, en lo que va del año 2022, han sido víctimas de feminicidio con arma de fuego. En segundo lugar está el arma cortopunzante; se presentan 2 mujeres en abril víctimas de feminicidio en esta modalidad y en febrero, marzo, mayo y septiembre hubo un caso de feminicidio en cada uno; es decir, 6 mujeres han sido víctimas de feminicidio con arma cortopunzante. En la modalidad de ahorcamiento, han sido asesinadas 2 mujeres, una en febrero y otra en mayo. En la modalidad de asfixia mecánica una mujer fue víctima de feminicidio en julio y con un objeto contundente también se tiene un caso en junio. 

Conforme a lo anterior se observa, que el arma de fuego y el arma cortopunzante siguen predominando. Y aunque para el año 2022 aparecen más casos con arma de fuego, entre 2016 y 2018 el arma cortopunzante ha sido más utilizada. 

A saber, lo que en un principio se planteó como formas más operativas y estrategias de feminicidio devela no solo el cambio de armas, sino el sustrato económico y político que posibilitó introducirlas en Medellín y mantenerlas. La introducción de las armas cambia radicalmente las modalidades en que se asesina. Este cambio significativo en cuanto a las armas y la estructura social se evidencia en el capítulo del libro Conflicto y violencia urbana en Medellín desde la década del 90: algunas valoraciones, en el apartado de los cambios cualitativos en las formas de asesinar” en Medellín que se dieron entre el 2001 y 2002, afirmando que principalmente eran con armas “blancas” o cortopunzante, pasando a ser armas de fuego las más utilizadas, es decir, pensando entonces en contexto de hombres en armas, sea desde la legalidad o la ilegalidad, las estructuras delincuenciales introducen este tipo de armas (Moreno, 2003,p. 48)

Sin embargo, cuando se habla de feminicidios, es notorio entonces cómo cambia la relación entre la modalidad del feminicidio y los contextos en que se da. Esto permite corroborar que las formas de calcular y asesinar implican en efecto armas y una logística más sofisticada y ocurren principalmente con arma de fuego en vía pública, y cuando se da en contextos en medio de relaciones de pareja, ex pareja o relaciones erótico- afectivas que evidencian formas de feminicidio con menos estratagemas y más rudimentarias. Además, los asesinatos de mujeres vinculados con estas últimas suelen darse más en las residencias de las víctimas, en hoteles, moteles y hostales. 

Se ha reiterado en varias ocasiones, en los análisis de feminicidios en Medellín de Casa de las Estrategias, y conforme a las 10 mujeres víctimas de femicidio en la modalidad de arma de fuego,  el concepto de Jules Falquet de hombres en armas, es decir:

                                  Soldados, policías, vigilantes, mercenarios, miembros de grupos delincuentes, ingenieros de la industria armamentista de                                            la vigilancia global, que nace de la guerra militaro-industrial y de la guerra neoliberal por los recursos (Falquet, 2018: 139). 

Esta es la violencia tradicional en contextos locales como Medellín y Colombia. Una violencia que se despliega en una sociedad en la que las armas circulan en la vida cotidiana, y en consonancia con los feminicidios de agosto, evidencian que este es un contexto en el que “la vida no vale casi nada, en la que circulan muchas armas en manos de hombres habituados a usarlas y en la que la crisis económica hace estragos” (Fregoso y Bejarano citadas por Falquet, 2017, p. 11). 

Aún hoy en la ciudad existen entre 15 y 20 grandes bandas armadas que, a su vez, controlan el accionar delictivo de unos 350 combos y que ese accionar va más allá de actividades como el microtráfico, la extorsión, el hurto y el control de los llamados “pagadiarios” o “gota o gota” (Arboleda, 2021, p. 1).

Ante este panorama, de una ciudad de hombres en armas, patriarcal, violenta y con altos índices de pobreza, además de un Estado inoperante e inactivo los feminicidios no tendrán una reducción significativa, si otros problemas materiales no se resuelven con estrategias articuladas, a saber, es necesario que el análisis de un fenómeno como el feminicidio no se mire abstractamente, sino de forma concreta en medio de las relaciones sociales.

  

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