Casa de las Estrategias participó del panel ¿Cuál es la reglamentación del consumo en el espacio público que necesita Medellín?
Casa de las Estrategias participó del panel ¿Cuál es la reglamentación del consumo en el espacio público que necesita Medellín?. Este panel se realizó en el marco del lanzamiento y presentación del libro: Derechos en Contexto Medellín: Drogas y disputas por el espacio público, a cargo de Elementa DDHH.
No ha sido fácil descifrar y conocer cuáles han sido los efectos de la aplicación del decreto 44 de 2024 en la ciudad de Medellín, primero porque hasta ahora la administración y los organismos de seguridad no ha entregado ningún balance público ni socialización sobre la aplicación de este decreto, y cuales han sido sus resultados en términos operacionales, y de impacto sobre los espacios de consumo, lugares de venta de estupefacientes o llamadas plazas de vicio y su correlación con el decreto, y sobre todo, su impactos sobre la prevención del consumo en NNA.
La disputa por espacios de socialización y de uso adulto de sustancias psicoactivas se materializó en una tensión entre la reglamentación del consumo por parte de los combos, con medidas para proteger sus lugares de expendio de atención innecesaria o tensiones vecinales, y el uso social que hacen de él las personas consumidoras a fuerza de los lazos y la costumbre.
De entrada, El decreto en principio presenta muchos vacíos a nuestro juicio en cuanto a la interpretación normativa y de principios que queda en manos y a total discrecionalidad de quienes ejercen la labor operacional y sancionatoria (En este caso la Policía Nacional) quien decide, cual es la razonabilidad, proporcionalidad y derecho vulnerado con la conducta sancionable, por ejemplo en cómo determinar el perímetro restrictivo de 100 metros, quien lo mide y con qué instrumento objetivo y como se verifica Por último, no son claras las medidas correctivas propuestas en el decreto.
Si hace un recorrido por los lugares que se han convertido en escenarios de consumo abierto y público (parques, plazas, cuadras y/o escenarios deportivos) no han cambiado en su configuración y prácticas de socialización y consumo de sustancias. Por el contrario, estos espacios parecen fortalecerse y consolidarse en la ciudad y mantienen de manera fuerte esa correlación entre Espacio de consumo/Plaza de vicio. Esto quiere decir que la posibilidad de consumir sustancia psicoactivas en el espacio público (espacio regulado o no por el decreto), siempre dependerá mucho más de la capacidad logística de uno o varios actores criminales que permitan mantener en unas condiciones de “seguridad aparente” un espacio que permita una escenario de venta y consumo además de acuerdos sociales entre ciudadanos.
Son muy pocos los programas y las intervenciones que existen en la ciudad para prevención del consumo (Medellín Me cuida y Consumos Conscientes en la pasada administración y la política pública de salud mental y adicciones en esta administración); no conocemos cuál es su enfoque, como tampoco sabemos cómo se mide la intervención para la prevención, y aunque reconocemos que la anterior administración planteó una perspectiva diferente frente al consumo de drogas, pensada desde la reducción de daños y los consumos conscientes, su falta de continuidad, convierten en inocuas las capacidades de intervención frente a la problemática. Desde Casa de las Estrategias y nuestra lectura, el problema para esta y otras administraciones, ha sido abordado más como un asunto seguridad y no de salud pública.
De otro lado, no existen indicadores ligados al plan de desarrollo que permitan medir la incidencia del decreto, en el mejoramiento de la percepción de seguridad en el espacio público, la prevención del consumo, las garantías de cuidado de NNA frente consumo y libre ejercicio de los derechos y libertades individuales.
A nuestro juicio, el decreto de regulación del consumo de drogas en el espacio público, más que una herramienta persuasiva, es un instrumento legal y un marco jurídico para intervenir cuando lo necesiten, entendiendo esta necesidad como un mandato ciudadano, una percepción equivocada de inseguridad que asocia el consumo a otras dinámicas delictivas, incluso a instrumentos y operaciones políticas.
En este sentido, nos preguntamos ¿Cómo desmantelar la gran logística?; asumiendo la visión económica y rentística de los grupos, combos y franquicias delincuenciales que administran toda la cadena —llegando hasta la venta e, incluso, interviniendo y controlando quién, cómo y en dónde se consume—. ¿Cómo construir una seguridad asertiva y cuidadora y tener una institución policial acorde para esta apuesta?.
En el libro Ciudades sin miedo: reducción de homicidios sin atajos de Casa de las Estrategias (2022) se realiza etnografía de “plazas de vicio” para identificar la complejidad de estos espacios desde la socialización de jóvenes y las tensiones con los combos. Allí se describe la segunda situación que traemos de los lugares de expendio como zonas ambiguas de poder.
Se puede identificar que la disposición de un adulto narcotraficante o mafioso sobre un espacio no alcanza a ser definitiva o simplemente es nula. El criminal adulto o avezado define dónde se guarda la droga, cómo llega y las cuentas producto de las ventas, pero a veces no dónde se vende, casi nunca dónde se consume y nunca cómo se socializa durante la venta y el consumo. Ciudades sin Miedo, 2022.
La creciente y exponencial problemática del consumo en los y las jóvenes de Medellín permite afirmar que no existen restricciones ni barreras socioeconómicas para el acceso al consumo de drogas en la ciudad, sino, más bien, varían los espacios y dinámicas de consumo donde se pone en juego la calidad y “seguridad” de lo que se consume, es decir, varían los riesgos asociados.
Con lo anterior se quiere hacer una llamado de atención sobre unas circunstancias que probablemente estén teniendo lugar en el escenario local de consumo; siendo Medellín una ciudad con las características propias de prevalencia de consumo.
“la interacción con la policía es, en general, hostil y estigmatizante. La posibilidad de que se escale a alguna forma de criminalización administrativa (imposición de comparendos y multas) o violenta (abuso de la autoridad) es latente pero no siempre se materializa: en últimas, toda interacción con la institucionalidad policial es un escenario de riesgo” Derechos en Contexto, 2024.
Desde Casa de las Estrategias somos claros en afirmar que no estamos de acuerdo en que, como sociedad, permitamos que los y las jóvenes se acerquen al consumo de drogas, sobre todo en edades tempranas y bajo los riesgos ya mencionados. Por eso, invitamos a todos los actores públicos y privados y al conjunto de la sociedad en general a construir una reflexión crítica acerca de la idoneidad del enfoque de reducción de daños y riesgos como única estrategia. ¿En qué tenemos que ceder desde cada uno de estos tres abordajes en lo político, cultural y social para encontrar un consenso que nos permita llegar al mejor abordaje frente a esta problemática?
Una estrategia que utilizan las personas en espacios de expendio o de consumo para minimizar riesgos son los círculos de socialización como un factor protector. Encontramos que consumir en grupos o ‘parches’ ha sido distinguido como una estrategia de cuidado desde lo colectivo para reducir los riesgos asociados al consumo, ya que “el lugar más seguro es donde haya más parches. Casa de las Estrategias, 2021.
Se hace urgente este abordaje desde una mirada menos adultocéntrica, que reconozca las angustias, sentimientos y pulsiones propias de la adolescencia y exacerbadas o adicionales en las adolescencias populares. Y animamos desarrollos que desestigmaticen, pero que también desincentiven sin miedo, el uso de sustancias con la información, ayuda y alternativas para todos y todas.