Teresita de Caridad Quintero
Así lo vive todos los días Teresita de Caridad cuando comienza el día para evocar las conversaciones que en algún momento tomaron sentido, y que pasaron a la memoria porque su madre cerró su ciclo de vida.
El colador de café de Teresita es el protagonista de esta historia al simbolizar una unión que se pactó con su madre aquel 2018 en el centro de Charallave, un municipio cercano a Cúa (Estado Miranda) donde ellas eran vecinas y que incontables veces compartieron el café. Llegó el 2019 y Teresita decidió salir con su esposo y dos hijos hacia Valledupar (Cesar) en la búsqueda de un buen porvenir, y en especial no interrumpirles el derecho a estudiar. En el equipaje, Teresita llevó aquel colador de café porque su madre le aconsejó empacarlo y reforzaba diciéndole que a lo mejor no iba a encontrar otro igual. En la tierra vallenata le era difícil preparar el café estando sola, Quintero extrañaba entre el silencio y el llanto las conversaciones de mamá que se armonizaban con el olor a tostado y los sorbos que permitían aliviaban el alma.
Por fortuna la historia cambia cuando la familia decide viajar a Medellín con el anhelo de estabilizar sus vidas, y el ritual del café toma más cuerpo. Cuenta Teresita que, las llamadas que intentaban acortar la distancia con su madre servían de desahogo, pero no eran suficiente para revivir aquella preparación de café, tanto así que pudo convencerla para que viajara a Medellín y retomaran las conversaciones presenciales, amorosas, que fueron interrumpidas por el tránsito migratorio. Lastimosamente la luz de su madre se apaga en el año 2023. En el duelo, Teresita borró su miedo que le impedía tomar tinto a solas, se transformó en memoria con la espera amorosa de mezclar el agua caliente con el café molido y de sentir la energía de su madre con cada sorbo que la acompaña y la tranquiliza cada mañana.