Yusbeiry Ojeda Botello
En el tejido de sus días en Colombia, un pequeño cojín destaca como un faro de amor y esperanza. Hace tres años, su hija con apenas 11, le entregó a Yusbeiry este tesoro antes de que emprendiera el viaje hacia tierras desconocidas. Un regalo simple, pero cargado de significado: una promesa de reunión, de cuidado mutuo en la distancia.
Este cojín lo hizo su hija mientras atravesaba una enfermedad que la dejó sin cabello (Escabiosis) lo cual desencadenó problemas de salud mental en ella y en sus sesiones terapéuticas aprendió a coser. Al entregárselo le hizo prometer no lavarlo hasta regresar a Venezuela y reencontrarse. Una promesa que se convirtió en un pacto sagrado, una manera de aferrarse a la esperanza en medio de la incertidumbre.
De eso, han pasado tres años. Hoy Yusbeiry vive en Cúcuta con dos de sus cuatro hijos y, aunque durante ciertas épocas del año la nostalgia se incrusta como una sombra sobre su corazón por los recuerdos de la separación forzada, el dolor de ver a sus hijos enfrentar varias enfermedades, las diversas violencias de las que ha sido víctima en su vida y en su tránsito y ; el cojín, en su tacto suave y reconfortante, es un bálsamo que alivia el dolor y aviva su esperanza.
Yusbeiry es una mujer aguerrida que vendió todo lo que tenía en su país para buscar un mejor futuro en Colombia, y aunque se lo quitaron todo y tuvo que vivir en las calles durante un tiempo, su historia está llena de valentía y ella, quien sonríe con nostalgia, se mantiene firme ante los obstáculos impulsada por el amor a su familia, buscando recuperar su dignidad y consciente de que tiene lo necesario para cambiar su destino y el de los suyos.